Luche y vuelve, siglo XXI o el pensamiento mágico

En psicología se determina al pensamiento mágico como “la noción que hace referencia a una forma de pensar que se basa en la imaginación, las tradiciones, las emociones o la fe, lo que hace que sus expresiones carezcan de una argumentación lógica”. Esa es la nube que nos incomoda y es, al mismo tiempo, lo que a veces nos distrae de la crisis, género que nos envuelve hace varias generaciones.

El pensamiento mágico, si uno fuera escritor o dedicado a las humanidades, sería más apropiado para desarrollar nuevas ideas, proyectos menos hegemónicos y monótonos. Algo de esto atraviesa al país y a quienes lo conducen hoy, ayer, casi siempre. 

Por eso explicarse el estado actual también “carece de una argumentación lógica”.



¿Qué tanto pudimos avanzar en desarrollo estratégico desde el apocalipsis del 2001? ¿Cuándo creímos que aquellos días habían sido ultrapasados por el motor del progreso? 

Elijo tres ejemplos a modo de nociones históricas para agudizar en la tendencia al pensamiento mágico. Duhalde: “Estamos condenados al éxito” (nunca entendí esta suerte de lápida que no encuentra muerto en el camposanto). Kirchner: “Vamos por todo” (casi como decir todo lo contrario o bien una vaguedad de estricta ingenuidad). Macri: “Lluvia de inversiones” (ponele que hablemos de garúa ínfima, si hay que medir el augurio en términos prácticos).

Esta Argentina no es similar a la del 2001, ni por asomo. Pero muchos de los actores centrales sí: políticos, empresarios, jueces. 

No importa si generacionalmente no deben la cuenta de unos platos que se trizaron en aquel quiebre del país. Hay en el poder, hoy y ayer, muchos jóvenes tan viejos –o antiguos- que también explica esa manía patria de volver, incansablemente, al pasado. Son jóvenes pasados de moda, fuera de forma y estilo, más anquilosados en la zona de confort de la tradición de fracaso (y pensamiento mágico), que en la innovación, la puesta en escena de dispositivos democráticos profundos y transformadores.


Luche y vuelve. Era la consigna de un ala del peronismo para forzar el retorno de su líder y volver al poder, allá por los 60 y principios de los 70. La fórmula prosigue intacta. No importa si el país cambió, si la geopolítica es otra, si la tecnología está haciendo estragos con paradigmas que se desvanecen como si fuera una operación similar a la de enviar un mensaje por nuestros celulares.

Somos esquivos con el futuro, miramos para otro lado si alguien insiste con una mínima concordancia que nos permita dejar la “crisis permanente”. Crisis es eso que no deja pasar a otro tema, el estanque zen pero con agua podrida. 

No soy optimista pero algunos días me queda esperanza (y reflexiono si esta simplificación no es también parte del pensamiento mágico).  

Argentina, percibo, cada vez se parece más a la Argentina de siempre: la del hastío, la del aburrimiento, simplona y cíclica, con demasiadas aspiraciones y poco espíritu. El país del pensamiento mágico es un lastre difícil de soslayar.

Mientras tanto, como cada dos años, muy pronto habrá elecciones en todo el país. Y nada es tan grave, ni ganar ni perder. La democracia siempre da revancha.

Espero que alguna maldita y bendita vez se trate de algo más profundo que una laberíntica revancha.


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