Jacarandá: naturaleza viva



Por Mauricio Runno
En Argentina y Uruguay se lo llama jacarandá. En Brasil también, pero con el agregado de "mimoso" (lo que no es un dato menor). Los españoles les dicen "palisandro", aunque los catalanes usan la palabra "xicaranda". En Italia es "albero glicine", y en Estados Unidos "green ebony".
Noviembre es el mes en que los jacarandaes desafían cualquier ciclo paranormal de la naturaleza, lo que tampoco es menor. En un mundo de naturaleza amenazada la elocuencia de la aparición de flores en un árbol parece casi un milagro. Metáfora espantosa: nada hay más natural que la vida, nada hay más amenazado que la naturaleza. Ergo: amenazar la naturaleza es un atajo suicida.
El que sabe mucho sobre éste tema, y que ha luchado con su arte desde hace medio siglo, es el artista Nicolás García Uriburu. El sábado pasado, en Agrelo, pudimos asistir a un fenómeno no menos extraordinario de la naturaleza: la salida de la luna llena, desde la timidez de los cerros de Barrancas. Si alguien no conoce el verde García Uriburu bien vale la pena. Es un verde suyo pero de todos, como el arte profundo.
"Hay mucha gente que no se da cuenta lo que es la vida. Esa es mi única conclusión después de tantos años de alertar sobre los problemas de alterar la naturaleza de nuestro planeta”, dice. “Para mí no hay nada más lindo que la vida, que encima pasa tan rápida…”. Mientras bebíamos el vino de la bodega de Agrelo, servido en sincronía con la salida de la luna, conté sobre el parque en el cual estábamos en ese momento, asistiendo a ese espectáculo conmovedor y no menos perturbador de la salida da la luna.
Y dije que seis años atrás gran parte de los árboles del casco de esta finca estaban enfermos, deteriorados, de pie, sí, pero por esa inercia del descuido. Y que si se estaban orgullosos, hoy, además de por la salida de la luna y por engalanar al nuevo vino de la bodega Montequieto, se debía a los cuidados de Matilde, la dueña de casa, que también había ampliado el parque, cuidado de él, plantado nuevas hierbas, además de su propia huerta.
Nicolás dijo que ése era el método: cuidar el centímetro cuadrado asignado en este gran despelote universal (eso lo dijo tomando palabras de su amigo Federico Peralta Ramos). Y yo me pregunté, en silencio, si bastaba con cuidar esa parcela indefinible que se nos asigna en el fenómeno vida, si acaso tanta falta de respeto y consideración no merecía no sólo cuidar, sino mejorar el espacio individual.


El jacarandá es un árbol nativo de Brasil y del norte de Argentina. Sin embargo, ha sido introducido en todas las zonas tropicales y subtropicales del continente americano. Incluso se encuentra presente en Madagascar, como muchas de las variedades de plantas y árboles en las orillas de las playas brasileras. La especie tiene la extraña capacidad de producir, en ciertas circunstancias, nuevos troncos desde la base, los cuales se desarrollan verticales, rectos y de varios metros de largo. Las flores son de color lila, o azules o celestes, según la luz y el capricho insondable de la naturaleza. Más exacta es su fragancia, que a veces hasta se confunde con los jazmines.
Los jacarandaes, desde fines del siglo XIX, resultaron árboles característicos de Buenos Aires. Fueron traídos desde el norte mesopotámico y andino de nuestro país, y consiguieron una adaptación formidable. Todo plan de forestación que se trazó desde 1890 en la ciudad contó con este maravilloso árbol. En Mendoza no es nada común, por las características climáticas, aunque he visto dos en estos días de estadía en la ciudad: en el Parque O´Higgins y en la avenida Adolfo Calle, casi Tabanera.
Canta Víctor Heredia: “Cae la violenta llovizna y un mar/ De florecillas del Jacarandá/ Cubre los vastos jardines y ya/ No quedan dudas diciembre se va./ Todos nos vamos, la vida se va/ Como esta fiesta del jacarandá,/ Leves fantasmas de un tiempo fugaz/ Nuestras sonrisas de jacarandá./ Jacarandá, jacarandá.../ Esta conciencia, esta frágil verdad/ De estar despierto nos encontrará/ Como esta lluvia y su magia sin par/ De florecillas de jacarandá/ Jacarandá, jacarandá...”.
También se puede escuchar la canción de María Elena Walsh, que los homenajea, y hasta las versiones de uno de los grandes compositores de fados, el portugués Armandinho, a cargo de Pedro Jóia, en un disco con el nombre del árbol. Pero nada es más recomendable que seguir la naturaleza, ese cauce que nos devuelve tal cual somos, tanto que hasta así también llegamos a este despelote universal.
Para completar las coincidencias, que no existen, fue Nicolás García Uriburu uno de los que plantó la kilométrica línea de palos borrachos en la Avenida 9 de Julio, que dicen que es la más ancha avenida del mundo, y en donde fueron sacadas la mayoría de las fotos de este clip.


Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pienso que habría que proponerles a los fabricantes de colores (lápices, papeles, todo tipo de elementos y sustancias para pintar) la creación del "celeste jacarandá" o "lila jacarandá".
Celebro que alguien se detenga a contemplar y analizar semejante fenómeno, natural por demás.
Además, señor Runno, quiero decirle que en Dorrego, Guaymallén, Mendoza, Argentina, usted puede hallar muchos ejemplares del hermoso árbol, además de los lugares que indica en su informe.
Es casi poético este árbol, porque no da casi nada de sombra pero a cambio ofrece sus colores como refugio.
Anónimo ha dicho que…
Magnifico.
Anónimo ha dicho que…
Las fotos del video son hermosas, quizás la música podría ser...algo más lenta, como la vida debería ser... si la miramos color jacarandá.
Besos Runno.
K

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