Los exitosos Marcelo Tinelli y Martín Pells


Por Mauricio Runno

Mientras todo se derrumba hace años Marcelo Tinelli es coherente con su pum para arriba: crece, flota y es cada vez más poderoso, tanto que en su momento se permitió contratar a Jorge Lanata para su radio como luego venderla a gente vinculada al gobierno K. El problema, en cualquier caso, no es Marcelo Tinelli, un muchacho que todavía quiere mantener esa imagen de hombre bueno, ingenuo. Es "santo", pero sólo porque simpatiza con San Lorenzo de Almagro. El problema es que todo se derrumba y mientras eso sucede millones y millones están viendo cualquiera de los engendros o copias protagonizadas por Tinelli. Varios de esos millones sostienen ese fenómeno argentino llamado Marcelo: no hay nada más nacional y popular que un tipo que hace negocios apelando a la vulgaridad, al mal gusto y a cierta sensiblería kitsch.
Desde hace algunas semanas Tinelli ha sido enfrentado en pantalla con una comedia romántica, "Los exitosos Pells", que, según algunas mediciones de ráting, le está haciendo sombra. E incluso ha ganado, por centésimas de audiencia, en algunas emisiones de esta semana que termina. La historia de Martín Pells no es, exactamente, ni parecida a la de Tinelli, aunque la serie de 150 capítulos, dirigida por Sebastián Ortega, muestra bastantes elementos para pensar en "El exitoso Tinelli".
Mike Amigorena es un hombre con dos identidades: Gonzalo y Martín Pells, un recurso literario que no desentonaría en una novela de Chesterton, por caso. Y en esa doble condición enfrenta una dualidad terrible: continuar con su anonimato, sus clases de teatro experimental, su vida sin presiones, o convertirse en el reemplazante del conductor televisivo más popular del país, ser toda una celebridad, ganar muchísimo dinero y ser víctima de presiones que, por lo general, hacen a un negocio donde no todo huele muy bien: la televisión.
La comedia es un verdadero hallazgo dentro de un medio de comunicación que parece condenado a hablar de sí mismo. Y de algún modo los Pells también han elegido hablar de la televisión. Pero no como lo hace Jorge Rial, ni TVR ni cualquiera de los programas que amplifican lo que se emite en otros programas. La propuesta de los Pells es toda una rareza: se muestra el mundo de la televisión con gran ironía (basta ver las publicidades que protagonizan Martín y Sol), se ríe de los egos, las estrellitas, de las supuestas fórmulas de éxitos, y, de paso, ridiculiza a toda una industria mediante personajes que se parecen, y mucho, a los que nos encontramos todos los días en nuestras vidas, con más fidelidad que todas las pretendidas barbies que desfilan sin ropa y no emplean más de 329 palabras del idioma español en sus peregrinaciones televisivas.
Marcelo Tinelli, por momentos, parece haber superado el trauma central que azota la conciencia de Gonzalo-Pells. Y el suyo sería un viaje sin transiciones ni parada ni cuestionamientos. Es que cuesta pensar que el hombre de Bolívar haya pensado alguna vez seriamente en dejar de ser lo que era para ser lo que finalmente es. Aunque se canse de decir que él sigue siendo tal cual siempre fue, pocos, a esta altura, creen seriamente en sus palabras. ¿Ayudar a un "soñador" a cumplir su sueño será todo lo que podemos esperar de él a modo de práctica de Responsabilidad Social Empresaria? ¿Exhibir a una pléyade de infames, sin talento, será su intervención en el ítem imprescindible de la capacitación laboral permanente?

Martín Pells es un cínico, sin ambages. Y todo indica que alguna vez decidió serlo, pues incluso su mujer se lo hace saber cada vez que le recrimina algún gesto reñido con la ética. Pells es un producto clásico de los mass media salvajes, que, a fuerza de mayor audiencia (y esto básica y únicamente se traduce en dinero y poder), no trepidan en artimañas, trampas, mentiras y prejuicios. Y aquí entonces una paradoja: da la sensación, de a ratos, que la ficción es el programa de Tinelli y que la realidad misma se origina en una comedia romántica. Tinelli no usa actores y, en cambio, los Pells posee una nómina de ellos más que interesante (a propósito: qué buena idea tuvo Mike Amigorena cuando decidió irse de Mendoza: su irrupción en la tele jerarquiza la profesión de actor).
Tinelli dice de sí mismo que es un hombre sencillo. Pells, por el contrario, se muestra como sencillo, y hasta se diría que trabaja de "hombre sencillo y creíble". Ya sabemos que la honestidad de Pells es sólo una fantochada: hasta su sexualidad es distinta a la que nos tiene acostumbrados en las emisiones de Mega News. Tinelli dice que lo suyo es un show. Pells, en cambio, no dice nada, ya que está muy ocupado en su permanente rol de showman. ¿Quién dirá la verdad? O mejor: ¿cuál de ellos será menos falso?
No suelo ver televisión. Y mucho menos las series diarias. La última que seguí fue "Vulnerables", hace años. También me comí los 20 y pico dvd de "Friends" durante un mes de lluvia. No sé cómo me enganché con los Pells. Pero déjenme decirles que me encanta ser parte de una audiencia que se ríe de todo lo que sucede en la tele. No hay nada más saludable que reírse de la realidad. Especialmente cuando todo parece derrumbarse. Me gusta pensar que Tinelli era como Gonzalo. Y que la enorme variedad de la vida lo llevó a transformarse en Martín Pells. Sería increíble que su programa de baile sucumbiera ante una comedia romántica que habla de un tipo que bien podría ser él. Tal vez reflexionamos ante evidencias como éstas. Así es el éxito con los exitosos.

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