Calamaro en la lupa española


"Un mes antes de su salida a la calle, escuchamos “On the rock”, el nuevo disco de Andrés Calamaro. Un álbum que, como todos los de su autor, ya despierta expectativas por saber qué contendrá y por dónde habrá ido, musicalmente, su autor. En este artículo, damos las pistas esenciales para saber de primera mano cómo es este trabajo del creador argentino", adelanta Juan Puchades.
"¿Que de qué va este nuevo disco? Pues, a grandes rasgos, estamos ante la continuación conceptual natural de “La lengua popular”, pero con un sonido menos aséptico que allí –que “La lengua” pareciera haber sido grabado con batas blancas y en atmósfera protegida para que no entrara una mota de polvo–, más áspero y nervudo, más compacto, más de banda –no en vano, el grupo de directo es el que se ha metido en el estudio a registrarlo–, aunque los pasajes más sofisticados se resuelven con soltura para acariciar el terciopelo que, también, forma parte de la personalidad esencial de Calamaro. Detalles, todos ellos, y principalmente el del sonido más grueso, que, en las primeras escuchas, se agradecen. Como de agradecer son los refrescantes toques hiphoperos que caen de vez en cuando, o los jazzísticos en convivencia con el rock".
En otro pasaje el periodista anota: "Melodía y arreglos están muy logrados y traen olor a mar, los barcos parecen vislumbrarse anclados en el muelle. Pese a los colores flamencos, la canción tiene ese toque del Calamaro pop que hace de las pequeñas cosas algo épico, pero, en la segunda parte, rompe el ritmo en rumba suave (palmas incluidas) y hasta él mismo saca pecho rumbero en algún instante. Es un canto a la amistad, que “se compromete o se oxida con los años / un poco como barcos extraños: Dos días en el puerto y el mar adentro” (...) ¿Tras dos temas suaves, alguien está pidiendo algo de rock fuerte? Pues llega con las guitarras de la banda rompiendo el silencio en el tercer corte, “El pasodoble de los amigos ausentes”. ¡¿Pasodoble?! No, rock peleón, pero por ahí, como el preso se asoma tras los barrotes, se cuelan ecos de pasodoble eléctrico y desquiciado. Olé. Es un tema sobre el pasado, pero también sobre el presente, un corte alrededor de las huidas personales: “Mi habitación está cerca del río / pero se escucha el ruido del mar / Para naufragar hace frío / y prefiero nunca naufragar / Y el pasodoble-punky avisa que el tercio del medio está por empezar / A las nueves si no llueve te espero en un bar para empezar a olvidar”. Hay rabia en este rock urgente y en su letra –bastante enigmática y sugerente, muy “argenta”–, que incluye citas a Peret (“Es preferible reír que llorar”; que en Argentina fue todo un éxito, fijado en la memoria colectiva y superando el paso del tiempo), Discépolo (la archiconocida “Cambalache”) y Nebbia y Tanguito (la iniciática “La balsa”).

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