Exito, la palabra que define más que una vereda en Argentina

Por Mauricio Runno

Cuando la mayoría era kirchnerista yo me preguntaba, incluso en público, qué diablos era el éxito, ser exitoso, dorarse en ese lado del sol. Me cobijaba en Messi, hace varios años, cuando el establishment era Maradona. Era una lucha desigual en varios aspectos: a quién carajo le importa lo que alguien escribe en su blog o en su cuenta en Twitter o en el formato que se ocurra, si el discurso dominante era la apología de los perdedores.

Me respondía, entonces, que era esa una noción que había sido vaciada por el griterío de un malón que nunca reparaba en sus propios errores, pero que no dejaba títere con cabeza con los "impropios", los de la vereda de los fracasados, los que supuestamente no conseguimos avizorar la tremenda revolución que había comenzado, casi con formalidad de funcionario de politburó.

Recordarlo parece una obviedad, pero el sentido de éxito en una sociedad también mide el fracaso. De allí que sea un asunto que, nace en lo cultural, pero se despliega en cada fase de la vida de todos los días.

¿Fracasó el éxito de la tierra de bonanza que prometió el kirchnerismo? ¿Es todo culpa de esta agrupación política? 

Que fracasó no es novedad, aun cuando su paso por el poder haya dejado algunos elementos positivos, a los que cuesta encontrar -no es menos cierto- luego de un extenso ciclo histórico con más vencidos que vencedores. O dicho de otra manera: con más fracasados que exitosos.

Me referí a la culpa del vacío del éxito en la Argentina K, como noción ejemplificadora pero es más exacto hablar sobre responsabilidades. Y en general ni la política ni el poder es afecto a repasar sus errores. Y paradójicamente esta actitud es también parte del fracaso. En el país nadie se equivoca y todos tienen razón, lo que no hace más que prolongar un derrotero alejado del éxito. Es bastante insensato no recurrir a mejorar lo que se hizo mal.



El éxito suena a capitalismo. Es una palabra aliada y asociada a este sistema de filosofía económica. Quizá sea, además de una realidad, un prejuicio. Probablemente lo de imponer el modelo de looser colectivo haya sido un atajo hacia el éxito. O a la idea de un éxito que no podía ofrecer mejores oportunidades a otras mayorías.

No entendemos el éxito, sospecho, ya que lo que transitamos son eslabones de cadenas bélicas, violentas, que nos enfrenta en una espiral inconducente. El éxito no es doblegar a quien uno cree perjudicial para la vida nacional. 

Posiblemente haya que replantear el éxito como un manantial de oportunidades, que es casi un ideal del liberalismo serio, tolerante con las diferencias, aceptador de la privacidad del individuo otorgándole derechos y obligaciones.

En ese debate sobre el éxito el desafío es casi universal. ¿Qué entendemos por sociedades y países exitosos? ¿Qué es ser exitoso, más allá del cliché del millonario de turno? ¿Cómo reubicarse frente a un sistema que ofrezca oportunidades?

La batalla es larga. Y ésta sí parece más una guerra sin cuartel que las inventadas o recreadas para seguir casi siempre en el mismo escalón de largada.


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